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Descripción

Nace San Francisco de Asís en 1181, y después de una niñez vivida en un palazzo y de una juventud de hijo de ricos, un día echa de su casa tan coléricamente a un mendigo, que, arrepentido de su ira, decide dejar los devaneos del lujo y ser pobre peregrino caminante. Renuncia a sus bienes y comienza a predicar la pobreza: «Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, repártelo entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». Al primero que convenció y logró que le siguiera fue a un amigo suyo, Bernardo de Quintavalle, «varón de consideración y de caudales». Por fin, rodeado de doce apóstoles, como Cristo, funda en un pobre rincón de las afueras la célebre Porciúncula (Porcioncilla), y de allí saldrá hacia el mundo en viajes que le llevan a peregrinaciones lejanas, entre ellas a España para visitar Santiago y predicar a los moros, pasando por Barcelona. La historia de su alma lírica y mística, de sus fundaciones y de sus viajes está poética y sencillamente descrita en Las florecillas de San Francisco y El Cántico del sol, ahora incluidas en Colección Austral. Se ve al inspirado Poverello en toda su grandeza y asistimos al canto al hermano lobo y al canto a los hermanos pájaros, que al levantar vuelo desde su ventana lo hacían en forma de cruz. Sueños y milagros, la señalada imposición de sus llagas, las heroicidades de sus doce compañeros, la desgracia de fray Junípero y los méritos de fray Egidio, el caso de San Antonio haciendo que asomen la cabeza para oírle los peces, ya que los descreídos se alejaban de su predicación, y muchos pormenores de santidad y gracia llenan de encanto las Fioretti de San Francisco. Oía la voz de las conciencias y su tictac silencioso como si fuera relojero del milagro, enderezando salvaciones con la elevación de las almas. Se siente morir y pide ser llevado a la Porciúncula, su primera fundación. Llegó a la agonía cuando divisaba las torres de Asís, muriendo el 3 de octubre de 1226, momento en el que, aun siendo de noche, una bandada de alondras se posó en su ventana y cantó para él como último homenaje de los pájaros a quien tanto los amó.