«Contranovela», «crónica de una locura», «el agujero negro de un enorme embudo», «un feroz sacudón por las solapas», «un grito de alerta», «una especie de bomba atómica», «una llamada al desorden necesario», «una gigantesca humorada», «un balbuceo».
Con estas y otras expresiones se aludió a Rayuela tras su aparición en 1963. Sin duda, la publicación de la novela conmocionó el panorama cultural de su tiempo y supuso una verdadera revolución en la narrativa en lengua castellana: por primera vez un escritor llevaba hasta las últimas consecuencias la voluntad de transgredir el orden tradicional de una historia y el lenguaje para contarla.
Plena de ambición literaria y vital, renovadora de las herramientas narrativas, destructora de lo establecido y buscadora de la raíz de la poesía, es quizás el libro donde Cortázar está entero, con toda su complejidad ética y estética, con su imaginación y su humor. Y, transcurridas más de 5 décadas desde su primera publicación, Rayuela sigue siendo leída con curiosidad, asombro, interés y devoción.
Cortázar empieza por proponer un acercamiento activo al libro y ofrece varias posibilidades de lectura: el lector ha de decidir: ¿optar por el orden de lectura tradicional?, ¿seguir el tablero de dirección?, ¿remitirse al azar? Después lo lleva a dos lugares distintos «Del lado de allá», París, la relación de Oliveira y la Maga, el club de la serpiente, el primer descenso de Horacio a los infiernos; y «Del lado de acá», Buenos Aires, el encuentro de Tráveler y Talita, el circo, el manicomio, el segundo descenso.
¿Viaje hacia delante?, ¿viaje hacia atrás? Viaje iniciático, sin duda, del que el lector emerge tal vez con otra idea acerca del modo de leer los libros y de ver la vida. Un mosaico donde toda una época se vio maravillosamente reflejada.