Un catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva en la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los Santos y Santas de la Iglesia, para permitir conocer mejor el misterio. cristiano y reavivar la fe del Pueblo de Dios. Deben tener en cuenta las explicaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los siglos. Es preciso también que ayude a iluminar con la luz de la fe las situaciones nuevas y los problemas que en el pasado aún no se habían planteado.
El catecismo, por tanto, contiene cosas nuevas y cosas antiguas (cf. Mt 13,52), pues la fe es siempre la misma y fuente siempre de luces nuevas.